¿Cuál fue el mayor desafío que enfrentamos?
Hemos llegado finalmente a la zona de escalada, pero el viaje por Rusia ha demostrado ser un desafío significativo. La comunicación resultó complicada, ya que muy poca gente hablaba inglés, especialmente en un lugar remoto como Bilibino, donde los turistas eran poco comunes. Además, las diferencias culturales eran notables. Mientras que nosotros, particularmente la parte española de nuestro equipo, éramos extrovertidos y abiertos, los rusos tendían a ser más reservados. Inicialmente, nos costó entender cómo nuestra presencia era percibida en la comunidad.
La respuesta a esta pregunta se hizo evidente poco después de nuestra llegada a Bilibino, un pueblo remoto ubicado a cuatro horas de vuelo de la ciudad más cercana. En el pasado, la población solía trabajar en las minas de oro, pero en la actualidad, la mayoría trabaja en la cercana central nuclear. Como grupo de siete extranjeros, preparamos nuestros suministros de alimentos para 25 días, utilizando las pequeñas tiendas locales y contando con la ayuda de nuestro guía personal, Evgeny Turilov. Aparentemente, no fuimos suficientemente discretos en la preparación de nuestro viaje, lo que atrajo la atención tanto de la policía local como de la federal.
Nuestra apariencia extrovertida y vestimenta colorida pareció despertar sospechas, y así comenzó la historia de las largas esperas y la burocracia rusa. Inicialmente, tuvimos que lidiar con el centro de migración de Bilibino, donde cada uno de nosotros fue interrogado individualmente en la pequeña oficina de un alto funcionario de migración. Mi turno fue el primero, y me enfrenté a un hombre ruso robusto que me miró con desconfianza. A pesar de sentirme un poco intimidado, comencé a explicar el propósito de nuestro viaje, enfatizando que estábamos allí solo para escalar. Con la ayuda de una profesora de inglés que llamaron para traducir, poco a poco logré explicar quiénes éramos y por qué habíamos llegado a Bilibino como turistas. Les parecía inverosímil que hubiéramos viajado desde Europa para escalar montañas en una región que, según ellos, era plana y solo tenía tundra.

Uno a uno, todos pasamos por la oficina, proporcionando toda la información que requerían. Descubrimos que habíamos ingresado a la zona de Chukotka sin el permiso necesario y habíamos violado la ley rusa. Sin saber cuáles serían las consecuencias de nuestra acción ilegal, la policía nos llevó a la comisaría, donde tuvimos que hablar con el jefe de policía. Se sucedieron más esperas y explicaciones, pero esta vez nos permitieron irnos más rápido. Después de otro día de trámites y toma de huellas dactilares, quedó claro que debíamos pagar una multa, pero afortunadamente nos permitieron quedarnos en la región.