@Timo Junttila
Apenas recién llegados de nuestra expedición por tierras siberianas y sin apenas tener tiempo ni para poner la lavadora, me veo una vez más camino del aeropuerto. Esta vez acompañado de Neus y cuatro amigos más. Hace muchos años que no viajaba únicamente con un par de pies de gato y un crash pad a la espalda. Y la verdad es que la experiencia sudafricana ha sido más divertida de lo que podía esperar en un principio. Como bien dice el nombre, Rocklands o “Tierra de piedras” es un auténtico paraíso para la práctica del boulder.
Tras un viaje de unas 14 horas aterrizamos en Cape Town. Formamos un grupo muy variopinto: Neus, Carlos y Sese vienen de Mallorca; Adri, de Catalunya e Ion y yo, del País Vasco. Y lo más curioso de todo es que ninguno de nosotros suele hacer boulder habitualmente. Aun así, las ganas de descubrir la zona y ponerse manos a la obra son enormes.
Poco a poco van transcurriendo los días y los proyectos que tenemos por delante son inagotables. Es difícil centrarse solo en unos pocos, así que, como es costumbre casi siempre que visitamos por primera vez un lugar, probamos todo. El resultado de tanta ansiedad escaladora está claro: todos los días nos vamos para nuestra casa reventados, pero satisfechos.
Durante las dos primeras semanas ningún día repetimos sector. Cuando se acercaba el final de nuestro viaje, decidimos centrarnos un poco más
y volver a repetir sectores. Hay días que resulta complicado decidirse donde ir, ya que somos un grupo grande y cada uno está fanático con un proyecto diferente. Por esta razón, optamos por la opción más razonable: escalar de noche para tener más tiempo. ¡El equipo está on fire! Como siempre ocurre, el tiempo va pasando, el viaje se acaba y nos quedamos con ganas de mucho más.