Con 400m de desnivel y una pendiente media de 40º- 45º que en algún tramo puede alcanzar los 50º, es una actividad que en condiciones optimas nos puede servir para medir nuestra destreza en el esquí de pendiente. En mi caso, después de una temporada muy larga sin practicar esta modalidad, volvía con ganas para hacer este descenso que se me quedo pendiente en mi juventud, y al cual le tenia muchas ganas.
El pasado 3 de diciembre del 2.016, salía en solitario del parking de Sarrios de la estación de esquí de Formigal, con este bonito objetivo en la mente.
Tras remontar foqueando la estación de esquí, cogí la divisoria de cumbres que va del reenvió del remonte del medio, hasta cerca de la entrada del corredor, a donde se llega después de un pequeño descenso. Asciendo con las pieles de foca puestas todo el cono hasta el inicio de la canal, donde tras meter los esquís en la mochila y calzarme crampones y piolet, comienzo el ascenso. Me toco abrir toda la huella hundiéndome en muchos lugares hasta la rodilla, pero echándole ganas llego hasta el collado que marca el final de la canal. Desde el parking de Sarrios hasta aquí unas 3-4 h dependiendo de las condiciones. Como iba animado, decidí seguir para arriba con los esquís en la mochila, con la idea de hacer cumbre e intentar el descenso desde allí mismo.
Tras una primera pala amplia y sencilla, llego a una primera trepada donde tengo que echar mano de todos mis recursos alpinísticos para superar un pequeño murito de hielo y mixto de unos quince metros, que con mis crampones de aluminio con las puntas totalmente gastadas por el uso, y mi piolet súper ligero de esquí de montaña, no resulta nada sencillo.
Después viene una diagonal expuesta que me deja en la arista cimera al pie de del último gendarme de roca antes de la última pala que en pocos metros te deposita en la cumbre. “Desde aquí echándole un poco de morro podría bajar con los esquís” – me digo a mi mismo. Escalo los diez metros de chimenea helada por la derecha del gendarme y me coloco en la pala final a muy pocos metros de cumbre. Intento llegar a esta pero me resulta imposible. Esta todo muy helado, e intentar llegar al punto culminante de esta montaña con mi material ultraligero, es jugársela demasiado.
Decido descender viendo que estos últimos metros además de peligrosos de ascenso tampoco van a ser esquiables. Destrepo el gendarme hasta el inicio de la diagonal, y aquí si, decido calzarme los esquís, aunque la verdad es que no las tengo todas conmigo…
Al igual que hice durante el ascenso, me vuelvo a convencer a mi mismo: “ Vamos Eneko, si puedes, si en el pasado lo hiciste muchas veces, ahora también podrás” – Lo que no me digo a mi mismo es que ahora escalo mucho mas de lo que esquio…
La diagonal la hago bien a pesar de la exposición, pero cuando llego al resalte hay muchas piedras, mucho hielo, y esta todo muy inclinado (Alrededor de 55º-60º). Derrapo como puedo mientras colas y espátulas pegan con la roca y me aferro con fuerza a un piolet que no tiene pegada para tanta inclinación.
Los últimos metros son demasiado estrechos y no me queda otro remedio que hacer un recto y saltar la cascada de hielo que tengo bajo mis tablas. 
– ¡Bien! Hago una buena recepción y ¡prueba superada! – Me digo para mis adentros.
De aquí hasta el inicio del corredor es bonito y sencillo.
El corredor me resulta precioso. No es difícil para mi nivel técnico y disfruto hasta abajo de un descenso glorioso. Incluso me permito coger la cámara con una mano y los dos bastones en la otra, y me voy grabando mientras encadeno un giro saltado detrás de otro. Me deja muy buen sabor de boca. La adrenalina fluye y me siento vivo. Estoy muy satisfecho de mi vuelta al esquí de pendiente, y muy satisfecho también de haber bajado el Punta Escarra esquiando desde muy cerca de la cumbre.